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El color no solo viste: construye identidad, memoria y emoción. En la cultura pop, cada tono cuenta una historia, refleja una época y deja una huella en el imaginario colectivo a través de colores.
Cada tono tiene su propio código simbólico, y con él, una manera de contar historias. La música, la moda y los medios visuales se nutren de esa energía cromática que transforma a los artistas en íconos.
El pop nacional siempre fue colorido, teatral y emocional. En los 2000, cuando el MP3 y los videoclips en MTV marcaban tendencia, los escenarios se pintaban de rosa, azul y plateado. La estética de bandas como Bandana o Miranda! convirtió al color en parte del show: lentejuelas, vinilos, brillos y looks que celebraban el exceso. Era una época donde lo pop se vivía como performance, y el color comunicaba diversión, rebeldía y deseo de espectáculo.
A medida que la cultura visual se digitalizó, el color se volvió más narrativo. En 2010, artistas como Lali y Tini empezaron a construir eras cromáticas: Lali con su rojo intenso, símbolo de empoderamiento y energía femenina poderosa; Tini con su paleta rosa y lila, que refleja su costado emocional, romántico y cercano.

Hoy, en los 2020s, la estética pop argentina sigue evolucionando. Emilia juega con tonos pasteles, dorados y plateados, creando una sensualidad moderna que mezcla pop, reggaetón y glamour. Nicki Nicole elige los neutros, beige, negro, gris, más urbanos, minimalistas y ligados al street style, mientras que María Becerra mezcla plateados y púrpuras y vibrantes, reflejando la energía de su música.
Cada una representa una nueva lectura del color: un modo de usarlo no solo para vestirse, sino para construir relato, pertenencia y carácter.

El color también tiene algo de memoria, guarda emociones colectivas. Cuando vemos un rosa brillante, pensamos en los 2000; cuando aparece un plateado, sentimos futuro; cuando predomina el rojo, percibimos fuerza y deseo. El pop lo sabe y lo usa a su favor.
Los artistas traducen emociones en paletas, y el público responde con identificación. El color une generaciones que quizás escuchan géneros distintos, pero sienten lo mismo:
la energía de una canción, la estética de una época, la emoción de un momento compartido.
Porque el color no solo acompaña la cultura pop, la viste, la recuerda y la resignifica.